Munich, Alemania
13 de junio de1996
Traducido por Montserrat Sunyer
Los beneficios de aprender astrología
En un contexto budista, cuando reafirmamos nuestra motivación al inicio de una conferencia, siempre recalcamos que nuestro objetivo al escuchar es aprender algo que pueda ayudarnos en nuestra vida. En concreto, deseamos aprender no sólo algo que nos ayude con nuestros problemas, sino también aquello que nos permita ser el mejor apoyo para los demás. Cuando pensamos acerca de la astrología en ese contexto, necesitamos tener claro lo que podemos obtener en realidad, al estudiar y aprender acerca del tema.
En un nivel, el conocimiento de la astrología ayuda a saber lo que pudiera pasar en el futuro. Basándonos en este conocimiento, podemos tomar medidas preventivas para evitar dificultades. Después de todo, Darma significa literalmente medidas preventivas. Sin embargo, necesitamos ser precavidos, para no llegar a ser supersticiosos y pensar que todo está predeterminado, que ciertos problemas seguro que llegarán, ya que eso no es el punto de vista budista. En especial, cuando observamos la astrología profética, es muy importante comprenderla bajo el contexto de las enseñanzas budistas del karma.
A otro nivel, aprender astrología nos aporta pautas para comprendernos mejor a nosotros mismos y así poder obtener alguna idea de nuestros problemas emocionales. En un nivel más general, sus características de planetas, signos y demás, aportan una cierta estructura analítica a través de la cual podemos observar nuestra vida y nuestra personalidad.
Cuando queremos ayudar a alguien, no es fácil obtener una idea clara sobre el tipo de problema que él o ella pueda tener o cual podría ser la mejor manera de comunicarse con la persona. Cierto conocimiento de su horóscopo y de cómo se compara con el nuestro, nos puede ayudar a tener una idea de cómo aproximarnos, de entrada, a esa persona. De nuevo, necesitamos observar esto bajo un contexto budista. Es muy importante evitar el encerrar a la gente en categorías sólidas y pensamientos como: “Oh, este hombre es libra y yo soy leo; tengo que actuar de esta manera con él. Esa mujer es tauro, entonces debo actuar de esta otra manera.” Esa forma imperfecta de pensar no deja espacio para la individualidad y no permite la flexibilidad. Cuando no tenemos ni idea sobre como relacionarnos con alguien, la astrología puede revelarnos la primera carta para jugar con la persona. Necesitamos aproximarnos a la astrología desde este punto de vista y unirlo siempre a las enseñanzas budistas sobre el karma y el vacío.
Entre las varias tradiciones astrológicas en el mundo, el sistema tibetano-mongol es uno de los más complejos. Es mucho más complicado que la astrología occidental. Aquí, simplemente vamos a examinar el tema en breve, para tener una idea sobre lo que contiene. La astrología mongol es una ligera variante del sistema astrológico tibetano principal, pero ahora a modo de introducción, vamos a hablar del sistema tibetano-mongol en general. Después, podemos tocar la relación de la astrología con el karma y el vacío. Esta última cuestión no es específica o limitada a la astrología tibetano-mongol, sino que es relevante a todos los sistemas de astrología.
El alcance de la astrología tibetano-mongol
El estudio de la astrología tibetano-mongol trata varios temas. Mucha gente piensa en la astrología sólo en términos del cálculo y la interpretación de horóscopos, y es cierto que cuando te entrenas en la astrología tibetano-mongol es eso lo que haces. No obstante, los horóscopos tibetanos y mongoles aportan no sólo imágenes de la personalidad con la que nace alguien, la carta natal. También elaboran la forma en que la vida de una persona puede desarrollarse a lo largo de los años, la carta de progresión, obtenida de una manera muy diferente a la de los horóscopos occidentales.
No se puede realizar un horóscopo, si no se tiene la fecha de nacimiento de alguien y la progresión de su extensión de vida en el contexto de un calendario. De este modo, gran parte del estudio implica matemáticas y los cálculos para realizar los calendarios tibetano-mongoles, que también son muy diferentes a los occidentales. Y aún mas, no se puede hacer un horóscopo si no se conoce la localización precisa de los planetas en el momento del nacimiento y otros momentos posteriores en la vida; por lo que otra gran parte del entrenamiento, son las matemáticas para calcular las efemérides tibetano-mongoles, en otras palabras, la posición diaria de los planetas. Unas cuantas tablas de estas posiciones están disponibles para la consulta inmediata, igual que en occidente, pero los astrólogos tibetano-mongoles calculan, en su mayoría, todo a mano.
En conjunción con el calendario, los astrólogos tibetano-mongoles realizan también los almanaques. Un almanaque indica los días y las horas más favorables para comenzar a plantar una cosecha en el campo, para recogerla y otras cosas importantes para la sociedad.
Igual que con el caso de la medicina tibetano-mongol, la astrología combina de manera única aspectos que derivan de orígenes indios, chinos, nativos bon, de la antigua Grecia y del Asia central. El material se divide en dos aspectos principales: “cálculos blancos” y “cálculos negros”. Esta nomenclatura no tiene nada que ver con bueno o malo, como en el término de magia “blanca” o “ negra”. Blanco y negro son abreviaciones para los nombres tibetanos de la India y China respectivamente. En el Tíbet la India es conocida como “la vasta tierra donde la gente viste de blanco” y China como “la vasta tierra donde la gente viste de negro”
Cálculos blancos y Kalachakra
En India se desarrollaron muchos sistemas similares de astrología, varios hindúes y uno budista. Los cálculos blancos llegan principalmente del sistema budista indio, encontrados en los materiales del tantra de Kalachakra. Kalachakra significa “ciclos de tiempo”, con tres niveles: externo, interno y ciclos alternos. Los ciclos externos se refieren a los ciclos a través de los cuales pasa el universo. Gracias a estos ciclos, se puede medir el tiempo exterior al mirar los tránsitos del sol, la luna y los planetas alrededor del cielo. De todas formas, el budismo define el tiempo como una medida de cambio. Es más, los horóscopos se derivan de los ciclos de patrones que crean los cuerpos celestes con el movimiento en la relación entre sí. El estudio completo de la astronomía y la astrología está asociado a estos ciclos externos.
Internamente, también se puede medir el paso del tiempo con los ciclos del cuerpo. Por ejemplo, se puede medir el tiempo por el número de respiraciones que toma una persona. También se puede medir por los ciclos de la vida humana de niñez, adolescencia, madurez y tercera edad, o por el ciclo menstrual en las mujeres. De este modo, existen ciclos externos e internos de tiempo y, de acuerdo a las enseñanzas de Kalachakra, son paralelos unos a otros.
Cuando miramos desde el punto de vista budista, diríamos que los seres ordinarios no tenemos control sobre estos ciclos. Los ciclos ocurren por la fuerza del karma, o por impulsos de energía. Los ciclos externos, que responden a la carta de los tránsitos de las posiciones diarias de los cuerpos celestes, “maduran” o resultan del karma general compartido. Los ciclos internos, que responden a las cartas natales y las cartas de progresión de las personas, maduran a raíz del karma individual de cada una de ellas. Sufrimos todo tipo de problemas por la falta de control de cualquiera de estas maduraciones kármicas y de su efecto sobre nosotros.
Algunas personas, por ejemplo, están fuertemente afectadas por la configuración de su horóscopo natal. Tienen dificultades no sólo con sus vidas personales, sino también con los ciclos externos, tales como inviernos largos o lunas llenas. ¡Algunas personas se vuelven un poco locas en la luna llena, ¡como si fueran hombres lobo! La gente también tiene dificultades para manejar los ciclos internos: el ciclo de desarrollo de hormonas cuando atraviesan la pubertad, el ciclo menstrual, el proceso de envejecimiento y demás. En el budismo, nos afanamos para obtener la libertad de estos ciclos recurrentes incontrolables, que llamamos samsara, y continuar para llegar a ser budas iluminados y poder así ser la mejor ayuda para los demás.
Los ciclos alternos de tiempo conllevan las varias prácticas de meditación Kalachakra para obtener la liberación y la iluminación. Este punto importante revela la orientación básica del budismo hacia la astrología. Queremos liberarnos de estar a merced de los aspectos astrológicos tales como el horóscopo. De acuerdo al budismo, el continuum o flujo mental de cada individuo ha experimentado problemas sin principio y, si no hacemos nada por cambiar la situación, continuará experimentándolos para siempre, de una vida a otra. Esto significa que necesitamos liberarnos no sólo de nuestro horóscopo personal en esta vida, necesitamos liberarnos de todos los horóscopos posibles de cualquier futuro renacimiento sin control que ocurra. En otras palabras, aspiramos a liberarnos del zodiaco mismo.
Podemos ver desde esta aproximación que el horóscopo no es algo concreto y fijo, no es algo que dicta la manera en que definitivamente tenemos que ser sin que podamos hacer nada al respecto. Queremos liberarnos de cualquier restricción imaginable y, para hacerlo, necesitamos tener una idea de los detalles de nuestro horóscopo específico y del horóscopo en general. Este es entonces el contexto en el cual necesitamos estudiar astrología, tanto si es tibetano-mongol, hindú, chino, árabe, maya u occidental. Deseamos superar, no sólo el estar bajo el control de nuestro horóscopo personal de esta vida, sino también el estar bajo control de todos los ciclos constantemente cambiantes del tiempo, medidos por el movimiento de los cuerpos celestiales. Es crucial comprender este punto, de no hacerlo, podríamos caer fácilmente en la trampa de llegar a ser supersticiosos con la astrología, en especial con la astrología tibetano-mongol, ya que se refiere tanto a días “ favorables” como “desfavorables”.
La conexión con la astrología occidental
El tantra de Kalachakra es la fuente de los cálculos para la mayoría de los aspectos en los calendarios tibetanos y mongoles, por las posiciones de los cuerpos celestes en las efemérides y por los muchos factores en el almanaque, tales como los días favorables y desfavorables. A causa de que las enseñanzas de Kalachackra florecieran en India antes de esparcirse por el Tíbet y luego continuaran por Mongolia, comparten mucho en común con los sistemas astrológicos hindúes. A su vez, tanto la astrología como muchos otros aspectos de la antigua cultura hindú, comparten mucho con la antigua cultura griega, ya que ambas culturas tuvieron contacto cercano, en particular durante los tiempos de Alejandro Magno. Miremos primero, algunas de estas características comunes. La astrología occidental moderna las comparte también ya que proviene de la tradición de la antigua Grecia. En la astrología tibetano-mongol, calculamos las posiciones de los planetas sólo hasta Saturno, sin los planetas trans-saturninos, y nombramos los días de la semana de acuerdo a los cuerpos celestes, tal como sunday, en inglés, por el sol (sun) y lunes por la luna. Ya que los planetas más allá de Saturno son invisibles a simple vista, el mundo antiguo no era consciente de ellos. Existe también una división del zodíaco en doce signos, con los mismos nombres que en los sistemas griego e indio, que son los mismos que usa nuestro sistema occidental moderno, aries, tauro, etc. Existe también una división de doce casas, algunas de las cuales tienen una interpretación ligeramente diferente de sus equivalentes en la astrología occidental. Igual que en la astrología occidental, cada cuerpo celeste está en un signo y una casa, cuya combinación afecta al significado de ese cuerpo en la carta.
Signos y casas
Para aquellos que no están familiarizados con la astrología, permítanme explicar brevemente qué son los signos y las casas. Ambos se relacionan con aspectos astronómicos.
Si miramos al cielo, notamos que el sol, la luna y los planetas (llamémosles cuerpos celestes), viajan todos en una banda concreta del este al oeste. En los tiempos antiguos, la gente no pensaba que la Tierra rotaba. Pensaban que el cielo y los cuerpos celestes rotaban alrededor de la Tierra. Imaginaban que la banda del cielo a través de la cual viajaban la mayoría de cuerpos celestes, la eclíptica, era como una rueda gigante que rotaba muy lentamente en sentido contrario a las manecillas del reloj, con la mitad de dicha rueda por debajo de la Tierra. Si utilizamos un ejemplo moderno, nuestra perspectiva es la de alguien parado en el centro de una rueda de la fortuna girando muy lentamente: la mitad está por encima de nosotros y la otra mitad, por debajo.
Si miramos a esta banda del cielo como si fuera una rueda de la fortuna girando muy lentamente, podemos dividirla en doce porciones, de las cuales sólo seis son aparentes en el cielo en todo momento. En cada una de estas porciones de la rueda de la fortuna, hay una constelación prominente, como los asientos de la rueda de la fortuna. Estas constelaciones son los doce signos del zodiaco. Ahora, supongamos que la rueda de la fortuna está girando lentamente dentro de un edificio con la forma de una esfera gigante. Si divides en doce secciones la banda a lo largo de la pared interior de la esfera, dentro de la cual gira la rueda de la fortuna, esas son las doce casas. No se mueven. Así, la sección de la banda de la esfera que va hacia abajo desde nuestro este hacia una sexta parte del camino hacia el oeste, es la primera casa. La siguiente sexta parte es la segunda, y así todas las demás. Las seis primeras casas están por debajo de nosotros (en otras palabras, por debajo del horizonte), las últimas seis están por encima. Supongamos que el primer asiento, Aries, está junto al punto de la pared interna de la esfera, directamente al este de nosotros (el ascendente). La rueda de la fortuna se mueve tan lento que le toma un mes al siguiente asiento, Tauro, llegar al mismo punto. Cuando el asiento de Aries regresa a ese punto en la pared, a transcurrido un año.
Ahora, supongamos que la rueda de la fortuna que gira lentamente en sentido contrario a las manecillas del reloj dentro del edificio esférico, tiene forma de neumático hueco y que nueve bolas ruedan en el sentido de las manecillas del reloj dentro de él, cada uno a una velocidad diferente. Las nueve bolas son los cuerpos celestes. La bola del sol rueda alrededor del interior del neumático en un día, a la bola de la Luna le lleva un mes completar el circuito, etc. De este modo, en cualquier momento, un cuerpo celeste está localizado en un cierto signo y una cierta casa, y esta posición cambia continuamente. Una carta astral es como una foto tomada en un momento específico, tal como el momento del nacimiento de alguien, mostrando la localización de cada cuerpo celeste que rota en la lenta banda giratoria del zodiaco, en una sección específica del cielo, tanto por encima o por debajo de la Tierra.
Este sistema de cuerpos celestes, signos y casas es el mismo en todos los sistemas de astrología: tibetano-mongol, indio, de la antigua Grecia, y el occidental moderno. A diferencia de los dos últimos, los sistemas indio y tibetano-mongol también dividen la rueda de la fortuna de la ecliptica en un segundo zodiaco de veintisiete signos. A veces, colocan veintisiete asientos en la rueda de la fortuna, en lugar de doce. Utilizan los veintisiete signos del zodiaco principalmente para los cálculos del calendario, efemérides y almanaque, y los doce signos, ante todo, para los horóscopos.
Estrella fija y zodiacos siderales
Los sistemas tibetano-mongol e hindú comparten otra característica respecto al zodiaco que difiere significativamente del sistema de la Grecia antigua y el occidental moderno. Utilizan una estrella fija o zodiaco sideral, mientras que los dos últimos usan un zodiaco tropical o solar. En concreto, lo que sucedió fue que el sistema Kalachakra criticaba el uso de una estrella fija en el zodiaco de los sistemas astrológicos hindúes y abogó por el uso del zodiaco tropical. Sin embargo, los tibetanos ignoraron esta característica cuando adoptaron el sistema del zodiaco de Kalachakra y volvieron a usar el sistema de una estrella fija, pero una diferente a cualquiera de las que utilizan los hindúes.
En lugar de explicar los detalles de las diferencias concernientes a los zodiacos entre los sistemas tibetano-mongol, Kalachakra e hindú, en este caso es suficiente explicar la diferencia general entre una estrella fija y un zodiaco tropical en términos de los doce signos del zodiaco que comparten todos estos sistemas. La diferencia surge en términos de dónde colocan los diferentes sistemas los doce asientos en la rueda de la fortuna y si los asientos se mantienen fijos o se mueven extremadamente despacio.
Supongamos que la propia rueda de la fortuna esta dividida en doce secciones, cada una con el nombre de uno de los signos. Cada asiento lleva también el nombre de cada uno de los signos. Los sistemas tibetano-mongol e indio colocan los doce asientos en el lugar exacto de la rueda de la fortuna donde comienzan las secciones que llevan los mismos nombres. Los sistemas tibetano-mongol e hindú presentan a los doce asientos en los lugares exactos en la rueda de la fortuna en los que comienzan las secciones que llevan los mismos nombres. El asiento Aries esta localizado al principio de la sección Aries en la rueda de la fortuna y nunca se mueve de lugar. En la astrología tibetano-mongol e hindú, por lo tanto, usan el zodiaco de la estrella fija.
Los sistemas de la antigua Grecia, el Kalachakra y el occidental moderno colocan el asiento Aries en el punto de la rueda de la fortuna donde está colocada la bola del sol en el momento exacto del equinoccio vernal en la India, el momento durante la primavera en que el día y la noche tienen la misma duración. Porque el sol pasa directamente por encima en ese día en el Trópico de Cáncer, a esta localización de los signos en el cielo se le llama el zodiaco tropical.
Para el objetivo de nuestra discusión, dejemos fuera por el momento la consideración del sistema de la antigua Grecia. Aproximadamente en el año 290 e. c., el punto del equinoccio vernal estaba localizado, de hecho, al comienzo de la sección de Aries en la rueda de la fortuna, tal como se observaba en el cielo. Desde entonces, ha ido deslizándose hacia atrás sumamente despacio, a una velocidad aproximada de un grado cada setenta y dos años. Este fenómeno es conocido como la precesión de los equinoccios. La discrepancia entre la posición observada de los cero grados de Aries y la posición de los cero grados de Aries definida en términos del equinoccio vernal se debe al hecho de que el eje polar de la tierra rota gradualmente en su orientación a la estrellas “fijas”, con un periodo de rotación de 26 000 años.
El punto del equinoccio vernal está ahora entre veintitrés y veinticuatro grados hacia la sección de Piscis de la rueda de la fortuna, la que está justo detrás de la sección de Aries. De este modo, el sistema occidental moderno coloca actualmente el asiento de Aries en un lugar entre los seis y los siete grados en la sección de Piscis en la rueda de la fortuna. Cada año, el sistema occidental moderno mueven los asientos una distancia diminuta hacia atrás. Se refiere a las posiciones de los cuerpos celestes de acuerdo al zodiaco definido por los asientos, mientras que los sistemas tibetano-mongol e hindú, se refieren a sus posiciones de acuerdo al zodiaco definido por la propia rueda de de la fortuna. De tal manera que, un planeta a cero grados de Aries en el zodiaco tropical está en algún lugar entre los seis y los siete grados de Piscis del zodiaco de la estrella fija. En otras palabras, la posición tropical menos entre veintitrés y veinticuatro grados.
La observación del cielo revela que cero grados de Aries en el sistema occidental, corresponde en realidad a la posición observada del comienzo de la constelación de Aries menos el factor de precesión de entre veintitrés y veinticuatro grados. Ya que los sistemas tradicionales tibetano-mongol e hindú nunca se basan en la observación empírica para el calculo del factor de precesión, con mayor razón, derivaban las posiciones de los cuerpos celestes únicamente de modelos matemáticos, poco importaba que las posiciones calculadas no correspondieran con las observadas. Los astrólogos indios, tibetanos y mongoles no estaban interesados en confirmar sus cálculos mirando el cielo.
Posiciones de los planetas calculadas y observadas
La India se familiarizó con los observatorios astronómicos, por primera vez, en el siglo diecisiete, a través de los conquistadores mughal, quienes aprendieron a construirlos de los árabes. Las posiciones observadas de los cuerpos celestes diferían significativamente de las calculadas de forma tradicional. Incluso si los indios añadían entre veintitrés y veinticuatro grados a las posiciones calculadas, sus modelos matemáticos no daban resultados exactos. En el siguiente siglo, cuando, bajo las normas británicas los astrólogos indios aprendieron las fórmulas europeas para calcular las posiciones planetarias y vieron que daban resultados que se confirmaban con la observación, la mayoría decidió abandonar los sistemas tradicionales de cálculo indio y las efemérides derivadas de ellos. En su lugar, los reformadores adoptaron las posiciones observadas y calculadas por las matemáticas occidentales, simplemente sustrayendo entre veintitrés y veinticuatro grados, para traducirlos al zodiaco de la estrella fija.
Una crisis similar a la que pasó la astrología hindú algunos siglos atrás, le está ocurriendo hoy día a la astrología tibetano-mongol. A medida que los astrólogos tibetano-mongoles están conociendo los sistemas occidental e indio, se dan cuenta que, aunque las fórmulas matemáticas de Kalachakra dan posiciones para los cuerpos celestes que difieren de aquellas que provienen de los sistemas clásicos indios, aún así no dan una imagen exacta que corresponda con la observación. La gran pregunta es, si dejar o no las matemáticas tradicionales y seguir el ejemplo de los reformadores indios, adoptando las posiciones del zodiaco occidental, ajustadas para la precesión del equinoccio. Existen pros y contras en ambas opciones e incluso hoy en día, continúa el debate entre los astrólogos indios.
La relación con el karma
Las enseñanzas budistas son bastante claras respecto a que la astrología no habla de influencia alguna proveniente de los dioses que viven en los cuerpos celestes, quienes, por su propio poder, causan de forma independiente que sucedan cosas en nuestras vidas. Tampoco que los cuerpos celestes mismos ejerzan una influencia real. Este tipo de cosas son imposibles. Más bien, el budismo afirma que las posiciones de los cuerpos celestes en un horóscopo, simplemente reflejan una porción de los potenciales kármicos con los que nace la persona.
Varios espejos reflejan porciones de nuestro potencial kármico y lo hacen en forma de patrones. Podemos ver estos patrones, no sólo en la configuración de los cuerpos celestes durante nuestro nacimiento, sino también en nuestra carga genética, nuestra personalidad, comportamiento y en nuestra vida en general. Para cualquier persona, todos estos patrones son sincrónicos. En otras palabras, se dan en un mismo paquete como resultado de las fuerzas kármicas acumuladas en vidas anteriores. Desde este punto de vista, no importa si las posiciones calculadas para los cuerpos celestes corresponden con aquello que se observa en el cielo. De este modo, decidir si mantener las posiciones de los cuerpos celestes calculados con las fórmulas tradicionales de Kalachakra o adoptar las posiciones observadas y aceptadas en occidente, ajustándose a la precesión del equinoccio, no es sencillo. Requiere gran cantidad de investigación y análisis para determinar cual de las opciones aporta la información astrológica que corresponda con mayor exactitud a la vida de las personas.
Horóscopos proféticos
Un tema a investigar es el horóscopo profético, que predice lo más probable a suceder durante varios períodos en la vida de una persona. Tal como en el horóscopo natal y en las efemérides, en el horóscopo profético también están involucrados nueve cuerpos celestes, el sol, la luna, mercurio, venus, marte, júpiter, saturno y lo que en occidente llamamos “los nodos lunares norte y sur”. Regresemos a nuestra imagen de la rueda de la fortuna, con la forma de un neumático y las bolas del sol y de la luna rodando en círculo en el espacio interno del neumático. Esto describe las órbitas del sol y de la luna, que no son exactamente paralelas, sino que se cruzan en los lados opuestos del neumático. Los puntos de intersección son los nodos norte y sur de la luna. Cuando el sol está en uno de los puntos y la Luna está exactamente en el opuesto, sucede un eclipse lunar. Un eclipse solar sucede cuando el sol y la luna se encuentran en cualquiera de las dos intersecciones. La mayoría de los sistemas antiguos de astronomía y astrología consideran los nodos lunares como cuerpos celestes. El budismo los llama Rahu y Kalagni, mientras que los sistemas indios les llaman Rahu y Ketu. Constituyen los cuerpos celestes octavo y noveno.
La astrología profética tibetano-mongol calcula la duración más probable de la vida de una persona y la divide en períodos dirigidos por cada uno de los nueve cuerpos celestes en un orden dado. Cada cuerpo celeste rige durante un cierto período, un cierto porcentaje de la amplitud de vida, de acuerdo a las proporciones acordadas. El porcentaje de cada uno es diferente. Se calcula qué cuerpo dirige el primer período de la vida de una persona y, al calcular el porcentaje de la amplitud de vida dirigida por ese cuerpo, se concluye la duración del primer período. Se puede subdividir cada período de la duración de la vida con las mismas proporciones, y más adelante dividir las subdivisiones. Al comparar en la carta natal, las fuerzas de los cuerpos celestes que rigen un periodo específico, un sub-período y la división del sub-período, se puede inferir la interpretación de lo más probable a suceder a dicha persona durante esa temporada.
Los sistemas indios de astrología profética se parecen al tibetano-mongol, pero difieren significativamente en varios aspectos. Los sistemas indios no calculan la duración de la vida. Los nueve cuerpos celestes rigen en el mismo orden dado y en las mismas proporciones que en el sistema tibetano-mongol; pero en todos los casos, los períodos dirigidos por todos son de 120 años. De esta manera, si el porcentaje que rige un cuerpo celeste es de un diez por ciento, dirigirá durante doce años en la vida de todos. La única diferencia entre las cartas de las personas es el momento en la vida en el que esos doce años ocurren. Esto se determina al calcular en qué momento del ciclo de 120 años comienza la vida de alguien. La mayoría de la gente muere antes de los 120 así que ese período puede no suceder antes de que la persona fallezca. En el sistema tibetano-mongol los nueve períodos ocurren en la vida de una persona y si el porcentaje que un cuerpo celeste rige es diez por ciento y la duración de la vida es sólo de 60 años, el período de dicho cuerpo es de solo seis años.
Cálculos negros y astrología china
Los cálculos negros en la astrología tibetano-mongol que derivan de los sistemas chinos, añaden algunas variables para la astrología profética. Un aspecto viene de los ciclos de doce animales: rata, cerdo, mono, etc., y de cinco elementos: tierra, agua, fuego, madera, y hierro. Juntos crean seis combinaciones, tales como el caballo de metal o el tigre de madera en la variante tibetana. La tradición mongol sustituye los nombres de los elementos por el de los colores asociados a ellos, tales como el caballo negro o el tigre azul. Las cartas natales contienen combinaciones para el año, mes, fecha, y un período de dos horas del momento del nacimiento. Se calcula la combinación de animal-elemento que gobierna cada año de vida y al compararlos con las combinaciones natales, se deriva además la información profética para ese año.
Los cálculos negros también contienen un sistema de ocho trigramas y nueve números cuadrados mágicos. Un trigrama es una combinación de tres líneas, continuas o cortadas, tal como se encuentran en el clásico chino I Ching (El libro de los cambios). Los números mágicos cuadrados derivan de un cuadrado, dividido en nueve recuadros como en la cuadrícula del tres en raya, con un número, del uno al nueve, en cada recuadro, organizados de tal manera que al sumar los tres números en horizontal, vertical o diagonal, siempre da quince como resultado. A partir del trigrama y de los números mágicos cuadrados del año natal, se calculan los trigramas avanzados y los números para cada año de la vida, que aportan información profética adicional. Toda la información que se obtiene de los cálculos blancos y negros se correlacionan e interpretan para producir el horóscopo tibetano-mongol predictivo completo. Para mayor precisión, se puede añadir la información blanca y negra del almanaque acerca de los días y horas f auspiciosos y desfavorables. Es necesario sopesar todos los factores que afectan a cierto período porque, desde el punto de vista de una variable, el momento puede ser favorable, pero desde otro punto de vista, podría ser desfavorable. La interpretación de las cartas en la astrología tibetano-mongol es un arte complejo.
Predicción de la duración de la vida
La habilidad en la interpretación es aún más difícil porque surgen muchos problemas dentro del sistema. A veces, cuando se calcula la duración de la vida de una persona, se descubre que de acuerdo a las fórmulas matemáticas dicha persona debería haber muerto hace años. Otro cálculo muestra que si una persona lleva a cabo una gran cantidad de acciones positivas, puede extender la duración de su vida en cierto porcentaje. Incluso así, algunas personas deberían haber muerto ya. Es más, ¿cuántas cosas positivas se necesitan hacer para extender la duración de vida? Y, ¿existen sólo dos posibilidades, la normal y la vida extendida?, o si se hacen sólo unas pocas cosas positivas o si la motivación es impura, ¿se puede extender la vida sólo un poquito?
La situación se torna aún más confusa cuando se consultan los textos de diferentes maestros astrólogos tibetano-mongoles, en diferentes momentos del desarrollo de su historia, no estaban de acuerdo sobre cómo calcular la duración de la vida de una persona. Algunos toman como la duración ideal más larga, 120 años, otros 100 años, y algunos 80 años. Dependiendo la que se elija, difiere el cálculo sobre la duración de la vida de una persona y los acontecimientos a suceder en la misma. ¿Cuál es la duración correcta? ¿Sería mejor seguir el ejemplo de la astrología hinidú y no calcular en absoluto la duración de vida? Incluso si se diera ese paso, existen varias tradiciones en la astrología tibetano-mongol y los calendarios calculados por cada una de ellas difieren ligeramente, así que, en cuanto a la trayectoria de vida de una persona, se dispone de una variedad aún mayor de predicciones.
El aferramiento a la verdad
La astrología tibetano-mongol no es única en tener varias tradiciones variantes, cada una produce cartas proféticas ligeramente diferentes. Los sistemas occidental, indio y chino comparten esta misma característica. Cuando las personas se percatan de esta situación, a menudo se sienten incómodas. Por inseguridad se aferran a existir como un “yo” sólido que se puede encontrar intrínsecamente y a que lo que sucederá en sus vidas existe intrínsecamente como acontecimientos fijos. Basados en esta confusión, quieren desesperadamente que su “yo”, que existe independientemente, esté en control de lo que va a pasar o al menos saber lo que está por venir, para ser capaces de prepararse. Cuando se encaran con las muchas posibilidades de lo que puede suceder, sienten que su vida, como un “yo” sólido existente, está fuera de su control.
La frustración que sufren se parece a su respuesta cuando un maestro tibetano o mongol da una enseñanza clásica budista y explica que desde el punto de vista de tal sistema de principios en el texto monástico “fulano”, significa tal cosa. De cualquier forma, de acuerdo a cada uno de los otros textos, significa tal o cual otra cosa; desde el punto de vista de los otros sistemas de principios, cada texto tiene aún otra interpretación; y cada una de las otras tradiciones budistas tibetano-mongoles lo explican de forma diferente. Frente a tantas alternativas, la mayoría de occidentales responden, “Pero esto, ¿qué significa realmente?” Quizá el pensamiento bíblico les ha influenciado inconscientemente (un sólo Dios, una sola verdad), de manera que intentan controlar una única verdad intrínseca y existente de lo que significa realmente una enseñanza. Consideran la información astrológica de la misma manera y buscan respuestas definitivas sobre lo que está por suceder.
Si nos aferramos a la realidad como existente en este modo imposible, estaremos decepcionados y frustrados con la información que obtengamos de la astrología tibetano-mongol. Para conseguir algo de ello, necesitamos mirar la información desde un punto de vista completamente distinto, el punto de vista de las enseñanzas budistas sobre el karma y el vacío. La información astrológica describe el samsara, el renacimiento y el curso de la vida sucediendo sin control alguno bajo la influencia del karma. Para liberarnos de este ciclo vicioso, necesitamos comprender el vacío, el hecho de que todas las cosas, incluyendo nuestras personalidades y los acontecimientos en nuestra vida, están vacías de formas imposibles de existencia. Por lo tanto, necesitamos entender el karma y el vacío.
Potenciales kármicos versus predestinación
Kaydrubjey, un gran maestro tibetano, explicó muy bien este asunto. En un comentario en El tantra de Kalachacra , escribió que si la astrología revelara toda la información acerca de alguien, entonces un ser humano y un perro nacidos en el mismo tiempo y lugar tendrían la misma personalidad, la misma duración de vida y les acontecerían los mismos sucesos en la vida. Queda claro que este no es el caso y la razón es que la astrología no da toda la información acerca de alguien. Muchos otros factores influyen en el curso de la vida de un individuo. Los efectos surgen de una red enorme de causas y circunstancias, el karma y las leyes de causa y efecto del comportamiento son extremadamente complejas. Desde el tiempo sin principio hemos estado construyendo causas kármicas por las experiencias en cada uno de nuestros renacimientos. Una carta astral, por más elaborada y sofisticada que sea, aporta solamente una imagen menuda de un aspecto de un patrón de nuestro karma. Puede existir una alta probabilidad de que ciertos acontecimientos sucedan de acuerdo a dicha carta; pero no podemos descartar las probabilidades menores de que ocurran otras cosas en lugar de las predichas o además de ellas. No hay nada inherentemente fijo y al rechazar esta forma imposible de existencia, trascendemos nuestros hábitos profundos y enraizados de aferrarnos a un yo que existe sólido, que sabe lo que realmente va a suceder y por lo tanto siempre está en control.
Consideremos la información que deriva de varias tradiciones médicas. La medicina occidental describe el cuerpo como una red compleja de varios sistemas: circulatorio, nervioso, digestivo, etc. La medicina tibetano-mongol describe sistemas de chakras y canales de energía. La medicina china delinea meridianos y puntos de acupuntura. Si protestamos y preguntamos, “Pero, ¿cuál es verdad? ¿Qué sistema describe lo qué está pasando realmente en el cuerpo?”, se tendría que responder que todos son correctos. Cada uno aporta una pieza válida de información acerca del cuerpo que permite un tratamiento médico exitoso.
Sucede lo mismo con la astrología. Los sistemas occidentales con el zodíaco tropical producen un paquete de información. Los sistemas indio y tibetano-mongol con el zodíaco de la estrella fija, aportan otros resultados. Los sistemas tradicionales chinos revelan información adicional, mientras que los cálculos negros derivados de los chinos, que utilizan los tibetanos-mongoles señalan otros aspectos. En las tradiciones de la astrología tibetano-mongol, si utilizamos los sistemas que calculan la duración máxima de vida de 120, 100 u 80 años, obtenemos tres panoramas diferentes de lo que podría pasar a lo largo de una vida. La forma de manejar toda esta información aparentemente conflictiva, es ver que cada sistema describe una configuración kármica posible, con cierta probabilidad de que en realidad ocurra.
Cada uno tenemos el potencial para un número enorme de configuraciones kármicas y por lo tanto un número enorme de posibles vidas por vivir. La orientación no es en términos de intentar conocer lo que sin duda sucederá mañana (¿Debiera comprar más acciones mañana?, ¿Será mi día de suerte?). La orientación adecuada es en términos de actos probables. Si nuestra carta revela que deberíamos haber muerto hace diez años, nos da una idea de que hemos construido el karma para una vida corta. Esta es una posibilidad de nuestro legado kármico. Sin embargo, lo que madura en una vida en particular, depende de circunstancias y condiciones. Tengamos en cuenta el enorme número de personas que mueren en desastres naturales, un terremoto o una bomba atómica. Seguro que sus horóscopos no indicaban que morirían ese día. Circunstancias y condiciones externas, no indicadas en las cartas, afectan lo que sucede.
Por lo tanto, una carta astral es como el reporte del tiempo: aporta una imagen de lo que es muy probable que suceda, pero que podría, de hecho, no llegar a suceder. Podría llover hoy, entonces nos llevamos el paraguas como precaución. Si finalmente no llueve; nadie sale dañado. De manera similar, si nuestro horóscopo indica que hoy encontraremos a nuestro amor verdadero, tendremos éxito en los negocios, o lo que sea, si estamos atentos a esto como una fuerte posibilidad, permaneceremos receptivos a las oportunidades que puedan surgir este día. Si no sucede nada, recordamos que no hay nada fatalista en un horóscopo.
Purificación del karma
Si tratamos de purificarnos de todas las posibles cartas astrales, que después de todo es el objetivo del estudio de astrología budista, necesitamos intentar aprender las lecciones del Darma de nuestra carta. Podríamos aprender, por ejemplo, que en todas las situaciones necesitamos estar abiertos y receptivos a las oportunidades favorables, y cuidadosos ante peligros u contratiempos. Si nuestra carta indica que deberíamos haber muerto cuando teníamos diez años y, obviamente, no lo hicimos entonces, esto nos hará pensar en las causas kármicas de una vida breve. Morir joven es el resultado de tomar la vida de otros o de dañarles. Incluso si tales resultados kármicos no han madurado en esta vida, se nos recuerda que hemos forjado ese karma y que es probable que tengamos la tendencia a aumentarlo. Por ejemplo, quizá hemos aplastado moscas sin querer, pensando que hacerlo prácticamente no importa. La duración de tiempo de vida en nuestra carta puede inspirarnos a trabajar en purificar estas tendencias.
Uno de los puntos principales que aprendemos del horóscopo tibetano-mongol, es entonces, ocuparnos de causas kármicas específicas en nosotros mismos. El énfasis no está en intentar averiguar qué es lo que ciertamente va a pasar en tal o cual día en nuestra vida. El estudio nos hace más responsables, en lugar de menos. Si todo lo que sucede está predeterminado, cualquier cosa que hagamos ahora no tendrá efecto alguno. No podríamos afectar nada de lo que nos sucede. Por otro lado, cuando vemos que existen ciertas posibilidades sobre lo que quizá suceda, no necesariamente lo que seguro sucederá, seremos responsables de las elecciones que tomemos. En lugar de que los conocimientos de la información astrológica estrechen nuestra mente, de forma que nuestra personalidad, el curso de nuestra vida, y la interacción con los demás parezcan sólidas y fijas, nuestra comprensión nos lleva a conclusiones opuestas. Vemos que todo lo que ocurre, surge en dependencia de innumerables causas y circunstancias, y que sí contribuimos en el curso de nuestra vida.
El sistema astrológico tibetano-mongol puede parecer complicado, pero la vida es infinitamente más complicada que eso. Muchas más variables afectan lo que está sucediendo que lo que unos cuantos cuerpos celestes, signos, casas, animales, elementos, trigramas y números mágicos cuadrados puedan representar. Con presencia mental en las incontables variables de lo que sucede en la vida, nuestras confusas observaciones rígidas del mundo, de la vida, de nosotros mismos y de los demás, empiezan a soltarse. Este soltarse abre el camino a ser capaz de ver el vacío en términos de un surgimiento dependiente. El curso de nuestra vida está desprovisto de existir como algo establecido independientemente, sólido y fijo. Más bien, sucede dependiendo de millones de factores. La información astrológica y los horóscopos reflejan sólo una minúscula fracción de las variables que nos afectan. No obstante, al revelar algunos de los acontecimientos posibles que tienen una probabilidad mayor de que sucedan, pueden ayudarnos a permanecer conscientes del karma, del vacío y del surgimiento dependiente. Bajo esta luz, el hecho de que la información que obtenemos de la astrología tibetano-mongol es a menudo inexacta es realmente de ayuda, ya que nos muestra que la vida no es sólida y fija, muchas maduraciones del karma son posibles.